miércoles, 11 de noviembre de 2009

LA CONSERVACIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA Y LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE (2)

Continuando con el artículo anterior en donde plasmé parte del problema sobre la desaparición de la diversidad biológica en el planeta como una de las causas del antagonismo entre las visiones ecológicas y económicas del planeta, veamos parte de lo que se está haciendo para contrarrestar esta pérdida. Para encontrar un punto conciliador en las negociaciones, algunos políticos y tomadores de decisiones en el planeta buscan seguir en lo posible lo propuesto por Nicholas Stern (el famoso economista inglés autor del importante Informe Stern, redactado a pedido del Gobierno Británico para definir el impacto del cambio climático, producto del calentamiento global, en la economía mundial, publicado en octubre de 2006).

El Informe Stern concluye que no hacer nada es más caro que negociar y buscar un cambio en las políticas sociales y económicas de las grandes potencias del planeta. Tener una visión global del problema sobre la galopante extinción de la diversidad biológica nos lleva a asumir diversas miradas al tema desde perspectivas socioeconómicas y medioambientales que nos deberían conducir a la búsqueda del equilibrio entre el desarrollo humano y la conservación de nuestra flora y fauna.

Se siguen buscando argumentos que justifiquen la conservación de diversas especies biológicas y, si el dinero y el "bienestar" humano priman como consignas, las razones escasean. Además, si se busca determinar el valor de la diversidad biológica, hasta ahora muchos intentos en lograrlo han fracasado, por lo que, para varios, lo único que justifica su conservación es el aspecto ecológico, el mismo, que en una visión netamente económica, puede parecer débil e insuficiente.

Dudas que matan

En el año 1997 la revista Nature publicó un estudio que calculó el rendimiento económico total de la biósfera por un valor entre 16 y 54 billones de dólares. Ese año, el producto bruto social del planeta fue de 18 billones de la moneda estadounidense. Es decir, la naturaleza, tal cual como se encuentra, no rinde mucho. Es por eso que para muchos, más vale sacar provecho de ella que conservarla. Qué tan difícil conciliar la conservación con el uso responsable de los recursos naturales, lo podemos ver a través del ejemplo de Borneo, la tercera isla más grande del planeta.

Sus bosques son considerados como paraísos de la diversidad y hasta hace no mucho cubrían casi la extensión total de la isla. No obstante, entre 1985 y 2005, se talaron, según un estudio del Banco Mundial, 850 000 hectáreas (ha). Actualmente, se talan cerca de 2 millones de ha anualmente para plantar palmas aceiteras que producen el tan cuestionado biocombustible. Es decir, en este “negocio” ganan solo unos cuantos a costa del medio ambiente. ¿Es eso lo que se quiere? En el Perú, ya se vienen "tanteando" terrenos para lo mismo. Mucho cuidado.

La otra cara de la moneda: en la parte malaya de Borneo se busca encontrar un equilibrio entre diversos intereses. En tres concesiones de madera se están plantando acacias, sobre una superficie de 490 000 ha. Estos árboles crecen con rapidez y son cortados a los 7 años. Así, se recolectan anualmente cerca de 3,5 toneladas de madera destinada principalmente a la producción de papel y cartón. De este modo, la presión contra los bosques nativos disminuye buscando preservar la diversidad biológica de la zona y salvaguardar los espacios naturales ya protegidos.

Asimismo, cada año se plantan más de tres millones de “arbolitos” y se les otorga a los pobladores locales terrenos para que ellos mismos planten acacias. El proyecto denominado “Grand Perfect’s Planted Forest” hace que todos ganen y que la población local, los madereros y los conservacionistas convivan sin problemas. Esto permite que todos estén felices y contentos. No obstante, al parecer no todo es felicidad.

No todo lo que brilla es oro

Muchos conservacionistas dudan de este modelo. Y es que, pese a que la acacia es considerada como una especie mucho más “amigable” con el medio ambiente que las palmas aceiteras y que su presencia proporciona un hábitat para muchos animales, existen ganadores y perdedores en este proyecto. Las ranas, ratas, ardillas, así como algunos carnívoros viven felices bajo su sombra, pero la gran variedad de aves, las serpientes y otros saurios, los murciélagos y diversas especies exóticas no se sienten a gusto en este hábitat impuesto, por lo que simplemente no se les encuentra allí.

Adicionalmente, la capacidad de los bosques originales de retener el líquido elemento disminuye notoriamente, ya que las acacias consumen una gran cantidad de agua. Ante esto, se cuestiona: ¿Es este modelo la solución a la problemática socioambiental o es que estamos ante el mal menor? Otro ejemplo que grafica parte de lo que sucede en el planeta es lo que se da en el Parque Nacional Peritar en India, donde se protege al tigre. Allí se practica un turismo que busca reguardar al área protegida con el apoyo de los antiguos cazadores que laboran como guías y guardaparques. Al parecer, este modelo funciona y convence a todos.

Un ejemplo más cercano lo tenemos en Brasil, específicamente en el Estado de Amazonas, en donde se ha instalado la “Zona Franca Verde”, es decir, un espacio para aplicar el libre comercio. En dicho lugar se aprovecha el bosque responsablemente, ya sea a través del turismo (se filman documentales y se cobran derechos de filmación), se hacen investigaciones y capacitaciones científicas, se resguardan las áreas naturales protegidas o se venden pequeñas concesiones para cultivar especies forestales medicinales y aromáticas para la industria.

Pero… ¿y?

Pese a estas iniciativas (y seguramente otros proyectos similares), el panorama no es muy alentador. Así por ejemplo, Brasil está en la mira de la opinión pública y ecológica mundial, puesto que se denuncia que cada año son más los terrenos deforestados para plantar soya. Asimismo, en el país carioca las zonas donde se cultiva arroz y frijoles están siendo destinadas para la siembra de caña de azúcar para el etanol que requieren los países más industrializados. ¿Debemos reconocer que los intereses económicos priman ante los ecológicos? Parece que sí. Además, justamente los países con la mayor diversidad biológica no cuentan con los recursos económicos para salvaguardarla. El presupuesto que se designa para la gestión y manejo de sus áreas naturales protegidas es ínfimo.

Por otro lado, el poco dinero que se invierte en los países “megadiversos” en la investigación científica y el exiguo interés que le dedican sus gobernantes, no hace más que nublar el horizonte. Si no se hace algo rápido para buscar una convivencia justa y armónica entre conservación y desarrollo, gran parte del patrimonio natural del planeta desaparecerá. La pesca indiscriminada, la tala ilegal y la cacería incesante son producto del consumo de los países industrializados, que muchos países en vías de desarrollo (China, Brasil, India), imitan. Si esta desaparece es única y exclusivamente nuestra culpa.

Artículo publicado el 09 de noviembre de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:
http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=1&cod_art=1526

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