domingo, 5 de febrero de 2012

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA

Después de varias semanas de ansiosa espera y de pomposos anuncios, se estrenó en Lima la ultima producción del alemán Roland Emmerich: “The day after tomorrow”, el mismo productor de “Independence Day” y “El Patriota”. Esta nueva cinta nos regresa a las pantallas el “cine catástrofe” con toda su vasta gama de desastres, calamidades y efectos de ultima generación. Con un costo de 125 millones de dólares, la 20th Century Fox nos sumerge en una serie de acontecimientos provocados por el brusco cambio climático que catapulta a la tierra en un nuevo periodo glacial.

Para esta aventura climática, Emmerich construyó una teoría no muy alejada de la realidad, la cual funcionó de manera extraordinaria y verosímil hasta cierto punto.
El calentamiento de la tierra provoca que los cascos polares se derritan, tras lo cual el agua dulce de los polos, más ligera que el agua salada, forma una cubierta en la superficie de los océanos. Esta capa de agua impide la circulación de las corrientes térmicas hacía el hemisferio norte y produce un cambio climático brusco y devastador que culmina con el congelamiento. De modo paralelo, se forma una tormenta gigante que acarrea una masa impresionante de agua que arrasa con el hemisferio norte y que se congela velozmente, la misma que es sepultada bajo metros de nieve. Adicionalmente, la superficie blanca de la tierra refleja la luz solar de regreso al espacio lo cual produce que la temperatura siga bajando.

El guión de la película comprime en una semana lo que acontecería en por lo menos un centenar de años. Para una catástrofe de tal magnitud se debería calentar la tierra en muchos grados centígrados, a fin de obtener tanta agua dulce en el Océano Atlántico para desatar tal cataclismo.

El film no muestra un gran trabajo dramático, solo lo suficiente para convencernos de que realmente estamos en apuros. El experto en clima y meteorología Jack Hill (Dennos Quaid) ofrece una perorata a los lideres mundiales sobre las amenazas climáticas. Convertido en un profeta no escuchado, intenta abrirle los ojos a los arrogantes e ignorantes del tema ambiental. Tras haber hecho la advertencia y comprobar los primeros indicios del cambio climático global que acontecen en un tiempo record, el científico decide ir en búsqueda de su hijo Sam (Jake Gyllenhaal), quien se halla en Nueva York tras el colosal maretazo que azotó y aisló a la capital del mundo y en donde pocos pudieron sobrevivir. Antes de la catástrofe, padre e hijo habían tenido una discusión. El reencuentro y el perdón debían darse entre ambos como la gran mayoría de películas procedentes de la meca del cine, las cuales muchas veces sin un elemento reconciliador y heroico no encuentran un hilo conductor.

La catástrofe climática en el film no se produce como consecuencia de una mala interpretación del ya amenazado ecosistema, si no como consecuencia de la negligencia del hombre que indica que todo esto pudo ser previsto. La debacle se inicia con los reportes de gigantescos tornados arrasadores en Los Angeles (simbólicamente es arrasado el letrero mundialmente famoso de Hollywood) y la lluvia imparable en Tokio acompañada con unos granizos de un tamaño similar a melones.

El clímax está reservado para Nueva York, la cual espera a un tsunami de colosal tamaño que arrasará con todo, salvo con algunos cuantos intrépidos y con algunos rascacielos (atención a las Torres Gemelas). En las escenas correspondientes a esta parte del film apreciamos un similar parecido a “Independece Day” en cuanto a las tomas desde la perspectiva de un ave que recorren las calles de la City con el avance intempestivo del agua, tal como se perseguía a Godzilla por esas estrechas y pobladas calles.

Ante tanto desastres de magnitud mundial, los sureños o “sudacas” pueden quizá preguntarse si solo pasa todo esto al norte. ¿Es que estamos hasta en lo referente a catástrofes marginados? Lo único positivo de todo esto, es quizás saber de que tras la forzada migración y avalancha de “gringos” que recibiría el caluroso sur, nos podrán condonar la deuda externa, ¡oh maravilla! Eso no significa que debemos seguir endeudándonos. ¿Y nosotros? a dónde migraríamos si no es al norte.

Esta última entrega del productor alemán nos produce varias reflexiones positivas por lo que su visión es recomendable. Mientras unos se salvan quemando parte de la sabiduría mundial en la biblioteca de Nueva York y otros sucumben ante la inoperancia del mismo hombre, esta singular representación nos recuerda de un modo sarcástico y triste el accionar de la política magra de los países industrializados para salvar el planeta Tierra. Al igual que en el film, esa política nos deja fríos, mientras solo unos cuantos pueden calentarse con el fuego y la herencia de muchos.

Junio 2004

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