viernes, 12 de junio de 2009

LA MÁQUINA DE HACER PÁJAROS

Este artículo del 2009 causó una serie de críticas
y de discusión. ¿Qué opinan?
Tras el conocido binomio argentino Sui Generis, Charly García fundó la banda La Máquina de Hacer Pájaros, la cual al principio no fue muy bien acogida, pero que luego se coronó como una de las mejores en el país gaucho. ¿Por qué escogí este titulo?, simplemente porque hablaré de pájaros y ese nombre se me vino a la cabeza. Pero hay algo más. Este grupo liderado por el excéntrico y para muchos, genio de bigote bicolor se disolvió en 1977, año de suma importancia para el ave protagonista de este texto.

Ese año, uno señores la volvieron a ver en unas quebradas de un distrito del país. Tras ese avistamiento que causó todo un revuelo en el mundo científico, los ojos de muchos se dirigieron a esta ave. Se le creía extinta, pues no había sido vista por los que se supone conocen de estos animalitos. Pero la gente de la zona convivía con ellas. Claro, algunos se las comían (y hasta ahora hay algunos que las cazan, pero cada vez son menos felizmente) aprovechando que estos seres alados son presa fácil.

La población de este pájaro, a finales de la década del setenta, era de no más de dos centenares distribuidos en contados espacios no intervenidos por el hombre. La principal causa de su casi desaparición era (y sigue siendo) la cacería. Hoy en día, se estima que en estado silvestre el número de individuos del ave en mención no excede los trescientos.

Es decir, se ha logrado recuperar su presencia en el país, pese a que su rango de distribución es muy limitado y a que existen poblaciones aisladas unas de las otras lo que impide que exista una conectitividad entre estos animales para un intercambio genético y para fundar nuevas poblaciones. Esto dificulta la misión de lograr que estas aves crezcan en número, sin embargo, por ahora, puede ser mejor así.

Modificando las reglas de juego

Un grupo de compatriotas se pusieron la camiseta y realizaron un trabajo titánico para salvar a esta especie de la extinción. Recorrieron todos los posibles lugares donde se podía ubicar a esta ave, se hizo un censo de estos pajaritos y se les reprodujo en cautiverio. De esta manera, tras un paciente manejo de los individuos y el controlado refrescamiento genético con especies silvestres, se logró “enrolar” a algunas aves para ser liberadas progresivamente a su medio natural. Esta experiencia se dio exitosamente en dos lugares. Uno de ellos pertenece a un sistema de protección estatal y el otro a uno de protección privada.

En el primer caso, en los terrenos protegidos por el Estado, donde los pobladores locales colaboran muy de cerca con la conservación de esta zona, los individuos liberados tienen contacto con especímenes silvestres. Esto permite que el material genético se fortalezca y que la naturaleza siga su rumbo, es decir, que la selección natural y las condiciones normales de un hábitat conservado se den. Así, existen depredadores, escasez o abundancia de alimento, sequías o severas lluvias, amenazas y una serie de factores a los cuales la especie se ha adaptado siguiendo su existencia en el planeta.

Dicha “lucha” permite que los individuos más fuertes y aptos sobrevivan, y que los débiles se queden en el camino. Esto es lo normal, sino, preguntémosle a Darwin. Esta población protegida, además de aquellas que viven en los hábitats naturales de esta especie, presentan cierta afinidad genética y están en la condición de, en caso darse la ocasión, trasladarse a otros lugares aptos para su supervivencia. Asimismo, bajo estas condiciones las poblaciones pueden conectarse entre sí y reproducirse para traer al mundo pájaros que estén en la capacidad de enfrentarse al medio natural. El aumento del número de estas aves bajo esta condición es lento pero seguro y sostenido.

En el caso de las aves liberadas en una zona de protección privada, estas tienen la suerte de vivir sin preocupación alguna con abundante alimento, sin mayores amenazas y en contacto con su principal enemigo, el hombre. Esto ocasiona que, ante la ausencia de amenazas, la población de estas “suertudas” crezca a pasos agigantados. Todo hace suponer que es un buen trabajo de manejo de una especie amenazada, pero la verdad es otra: estas aves están malogrando la plaza.

Y es que ante la falta de amenazas naturales, los individuos no desarrollan y fortalecen sus genes, pues no necesitan hacerlo. Se reproducen sin problema, tienen alimento asegurado y no deben adaptarse al medio natural. Esto ocasiona que la carga genética de esta población sea débil comparada con la de los individuos “salvajes”. En este caso, la selección natural no se aplica, sino, está condicionada para beneficio de algunos. Además, como este reducido grupo solo se reproduce entre sí debido a que proviene de un grupo limitado de aves, el nivel de consanguinidad es alto. A este sistema cerrado no “entra” nueva sangre y esto a lo largo es perjudicial.

Mírame pero no me toques

Ahora, ¿Cuál es el problema con este grupo privilegiado de aves? Lo peligroso consiste en que si por alguna razón este grupo de individuos entra en contacto con las poblaciones silvestres y se reproducen, se puede dar lo que se conoce como erosión genética. En otras palabras, se debilitan los genes de las especies adaptadas al hábitat natural. Adicionalmente, se pueden trasladar enfermedades a las cuales las poblaciones silvestres no están adaptadas, lo que podría ocasionar una severa disminución del número de individuos. Con esto, todo el material genético se desgasta y se pierde.

La pregunta es: a qué se debe esta situación tan diferenciada entre dos grupo de una especie alada altamente amenazada que vive en un espacio realmente pequeño en nuestro país. Esto sucede por el afán, en el caso de los terrenos de protección privada, de concentrar un número de individuos para que sean observados con facilidad en un intento de ecoturismo “bamba”, o en todo caso mal manejado.

Es propicia una reflexión. No puede ser que por empujar un ecoturismo “chicha” a costas de una especie altamente amenazada (y de otra especie también amenazada), el mismo que no beneficia necesariamente a los pobladores locales, se ponga en peligro el trabajo de años. En la zona de protección estatal también se está fomentando un ecoturismo basado en un manejo sostenible que si bien está aún en pañales, se acopla mejor a un programa serio. ¿Qué vale más: observar y disfrutar de una especie silvestre y genéticamente fuerte o de una especie semi domesticada? La respuesta es obvia.

Creo justo escribir al respecto. No podemos poner en juego nuestra diversidad biológica. Este caso debe servir de reflexión. No podemos cambiar las reglas de juego de la naturaleza para nuestro beneficio inmediato. Una cosa es domesticar, otra es propiciar un manejo responsable, y otra es aprovecharse. Sabemos que siempre salimos perdiendo. La máquina de hacer pájaros debe mantenerse como algo coyuntural y musical. No metamos la mano en la naturaleza sin saber lo que hacemos.

Artículo publicado el 26 de febrero de 2009 en la versión online de la Revista Viajeros:

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